El brainstorming, o tormenta de ideas, es una técnica que ayuda a que un grupo de personas alcancen ideas creativas. Pero para que la sesión resulte plenamente productiva, es necesario seguir unas normas “al pie de la letra”.

 

Antes de empezar

Lo primero que hay que hacer es tener bien planteada la pregunta. Debe expresarse de forma clara y concisa el objetivo de la sesión. Este puede ser el eslogan de una campaña, la estrategia de una acción comercial o el lanzamiento de un nuevo producto/servicio.

Hecho esto, se establece un periodo de tiempo … se da curso a la creatividad y se inicia la lluvia de ideas.
Es importante que una de las personas del equipo se dedique a tomar notas. Debe tomarlas de forma literal, sin filtrar las que considere más interesantes y sin introducir matices en sus anotaciones.

 

 

Las normas que se deben seguir son las siguientes:

> Libertad (todo cuenta). Lo más obvio, el inútil, el improbable, lo más absurdo … todo.

> No emitir juicios de valor, ni siquiera sobre lo expuesto por uno mismo. Frases como “lo que estoy a punto de decir es una tontería, pero os lo digo de todos modos” se deben evitar; otros como “Anda, eso es imposible”, aún más.

> Breve y conciso, sin explicaciones … Cuando una persona ha pensado una idea, la tiene clara en su mente, pero si lo explica de forma breve, puede permitir que otra persona lo interprete de otra manera y le dé la vuelta hacia un significado diferente al de la idea original. Por ejemplo, una persona dice “hojas verdes” pensando en un bosque, pero otra ha visualizado una libreta con hojas verdes … y así ya hemos abierto el campo mental hacia una línea completamente diferente.

> Pasar el relevo. Cualquier idea, por obvia, inútil, improbable o absurda que parezca nos puede llevar a otra, que sea tan o más obvia e inútil pero que a la vez nos lleve a otra y a otra y, siguiendo este proceso, se’llega a las ideas realmente originales.

> Non stop. La intuición y la improvisación son valores importantes en un brainstorming, sin embargo, la razón se debe dejar fuera de la sala de reuniones. Al proponer ideas de forma continuada, sin darle demasiado tiempo para valorarlas, se mantiene a la razón “bajo control”.

Truco: Si te quedas “en blanco”, recuerda la norma de pasar el relevo, toma una idea que se haya puesto sobre la mesa y transforma la: busca su opuesto, su paralelo, hazla grande o pequeña, cámbiala de escenario, de género, de edad, de color …

La cantidad sí que importa. Al inicio, por pereza, por vergüenza o por falta de fe en el método, aparecerán las ideas más obvias. Es raro que aparezca una idea genial en los primeros 10 minutos de sesión, pero, al igual que el calentamiento antes de una carrera, es imprescindible. Cuantas más aportaciones aparezcan, más posibilidades se abren de asociar conceptos que racionalmente no asociaríamos, y este componente es básico para llegar a soluciones creativas.

 

Abrir la puerta a la razón

Finalizado el tiempo propuesto (difícil de determinar, depende mucho del equipo, su experiencia, etc. pero no debería ser nunca superior a 60′), es el momento de abrir la puerta a la razón: se repasan las ideas, se descartan las evidentes, normalmente se visualizan 2 o 3 líneas diferentes, se valoran, se eligen, se puede incluso iniciar otro proceso de brainstorming centrado en una de las líneas que han quedado abiertas.

El proceso creativo es un momento de excitación, consume mucha energía y, por ello, no podemos mantenerlo demasiado tiempo. Llega un momento en el que las mentes pensantes entran en un círculo vicioso, van dando vueltas sobre un mismo concepto y no aparece nada nuevo sobre la mesa. Se puede incluso percibir en la expresión facial de los participantes. Es el momento de descansar. Reponer la mente y continuar en otro momento.

Cuanta más experiencia tiene el equipo, más fácil es llegar al momento óptimo de generación de ideas creativas; pero un desgaste del propio equipo también puede ser perjudicial. Por ello es recomendable incluir puntualmente a personas externas. Ayudan a la entrada de aire fresco!